German Masís|
La compra de la empresa norteamericana Monsanto por parte de la alemana Bayer, no debiera pasar inadvertida. Se trata de la fusión de dos de las más grandes empresas productoras de semillas y agroquímicos del mundo.
La compra de la empresa norteamericana Monsanto por parte de la alemana Bayer, no debiera pasar inadvertida. Se trata de la fusión de dos de las más grandes empresas productoras de semillas y agroquímicos del mundo.
En un artículo del periódico el País del
16 de setiembre, titulado “Las Cuatro Manos que Controlan las Semillas de todo
el Mundo” se alertaba de que la industria química está sumida en un
intenso proceso de consolidación que va a dejar prácticamente todo el negocio de
semillas, herbicidas y pesticidas concentrado en manos de cuatro gigantes
globales. El temor de los productores es que esta oleada de fusiones limite las
opciones que tienen para gestionar sus cosechas, encarezca los precios y
acelere la reducción de la diversidad de los cultivos.
Según este artículo, el segundo sindicato de
agricultores de Estados Unidos se movilizó en Washington para denunciar que
estas alianzas van a estrangular aún más sus bolsillos, preocupación que
comparten los agricultores en Europa, América Latina y Asia. La combinación del
negocio agrícola de Bayer con Monsanto genera ya una cifra de negocio anual
de 23.100 millones de euros.
Otro de los temores es que con la consolidación de la
fusión se acelere la reducción de la diversidad que ya sufren los cultivos. Los
activistas medioambientales advierten que estas empresas podrán, con su
posición dominante, decidir virtualmente que se va a cultivar y los químicos
que se usarán en los productos que entran en la cadena alimentaria.
Monsanto es la empresa líder en la producción de
semillas, con una reputación por sus semillas genéticamente modificadas, hasta
el punto de ser conocida como el “Frankenstein de la agricultura. El uso
de estas semillas está muy extendido en EE UU y en algunos países como
Argentina, en cultivos como maíz, soya, algodón, pero su introducción en Europa
y en países latinoamericanos como México, está rodeada de controversia y
protestas.
En una protesta reciente de cocineros en Francia, en
su comunicado indican que “este nuevo mastodonte de las semillas y los
pesticidas tiene una ambición: controlar toda la cadena alimentaria, desde la
tierra donde crece la semilla hasta el plato del consumidor", advierten
los cocineros”. Agregan que "la naturaleza, la diversidad y la calidad de
nuestra alimentación no deben pasar bajo la aplanadora liberticida del grupo Bayer-Monsanto”.
(La Jornada,20-9-2016).
Las divisiones agrícolas de DuPont y Dow Chemical,
también están en proceso de integración, por lo que casi el 85% del mercado de
los agroquímicos quedará así en manos de estos conglomerados.
A pesar de que estas empresas, consideran que ellas
combinan el esfuerzo de innovación para atender la demanda de alimentos, lo
cierto es que los pequeños productores de nuestros países, quedan en una
posición cada vez más vulnerable, porque tienen limitaciones para utilizar sus
propias semillas, son abrumados por el comercio de fertilizantes y agroquímicos
y tienen poco margen para negociar precios.
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